Ser un canal

Asociamos esta expresión con algo místico y elevado cuando, en realidad, es algo muy simple. Podemos decir que “ser un canal” es ponerse a disposición de algo más relevante que uno mismo. Por lo tanto, estamos hablando de adquirir cierta actitud que podemos calificar como receptiva. Es una actitud de escucha que no se refiere a un acto pasivo sino a una activa presencia. Para poder acceder a ese estado hemos de apartar todas nuestras expectativas, deseos y criterios sobre el resultado. Es lo mismo que decir “apartar el ego”.

El término “escuchar” lo asociamos más con actividades como la del escritor o el músico. Dicen que Mozart escuchaba sus composiciones directamente en su mente y las transcribía a la partitura sin errores porque estaban completamente terminadas. Pero, podemos “escuchar” con los ojos? y cómo reconocer esa actitud receptiva en la mirada?. 

Cuando salimos a hacer fotografías de forma contemplativa, lo primero de todo es ir sin tener en mente ninguna imagen preformada. Es como decir que vamos con la mente en blanco. Esta disposición se asemeja al espacio en el que todo tiene cabida. El siguiente paso es sincronizar el ojo, el corazón y la mente. La forma de conseguirlo es prestar atención a nuestra percepción visual, a los colores, la luz y la forma del mundo sin dejar que otros asuntos interfieran. También conviene encontrar un equilibrio en la acción; ni quedarnos paralizados esperando algo impresionante ni lanzarnos a fotografiarlo todo. Encontrar el justo punto de todo esto requiere cierto tiempo de “precalentamiento” hasta lograr estar en sintonía. Es como abrir el grifo del lavabo y esperar a que salga el agua caliente.

Cuando alcanzas esa condición te encuentras que hay ciertos aspectos del mundo visual que “te piden” que los fotografíes. De alguna forma, cierta conjunción de elementos te llaman la atención, destacando por encima de todo lo demás. Ahí entra en juego la sabiduría del fotógrafo y su experiencia para saber transmitir en una imagen la percepción que ha tenido. Con eso basta. En todo este proceso el fotógrafo “no ha intervenido“. Su trabajo ha sido mantener la cañería lo más libre posible de obstáculos. Se dice que la foto se ha hecho sola; que el árbol, la piedra o el camino se han fotografiado a sí mismos.

Así, cuando llego a casa y veo las fotos, me sorprendo de los resultados y me quedo fascinado por el poder que tiene la fotografía de mostrar la realidad visual con tanta fuerza y detalle. Por mucho que pre-visualice cómo quedará la foto, siempre me sorprendo. A pesar de los muchos años, siempre es una experiencia nueva.